lunes, 29 de noviembre de 2021

MENOS HABITANTES, MÁS POBRES Y MÁS TONTOS

 

Los poderosos de este mundo se han aliado con la izquierda política e intelectual de las más elitistas universidades de occidente, aunque no se si es demasiado atrevido hablar de intelectualidad en la izquierda de hoy día. Se trata de una mutua conveniencia. Ambos se necesitan. Los poderosos para conseguir sus objetivos de controlar el mundo, ser más ricos y más poderosos por los siglos de los siglos. La izquierda porque después de la caída del Muro de Berlín y el fiasco del socialismo real necesitaban nuevos argumentos para mantenerse y seguir pintando algo. Los países del socialismo real eran los menos prósperos, donde menos se respetaban los derechos humanos, donde se oprimía a la población y donde más se contaminaba. Y así sigue siendo en la actualidad. Los países del norte de Europa también estaban escarmentados de sus hasta entonces imbatibles socialdemocracias.

Los poderosos necesitan privatizar la vida pública, feudalizarla, llevarnos de nuevo a la Edad Media para constituirse en auténticos señores feudales que gobiernen a su antojo sus territorios sin sumisión a leyes o soberanía alguna. Por eso les estorban las naciones y la soberanía que conforman los ciudadanos que las pueblan. Se trata de grandes conglomerados empresariales que tratan de controlar los entes supranacionales por la vía de considerarse lo que ellos mismos se autodenominan stakeholders, partes interesadas capaces de condicionar, dominar y dirigir estos organismos mediante la inyección de cantidades ingentes de dinero en asociaciones, fundaciones y medios de comunicación que silencien la realidad de las cosas o que asesinen civilmente al disidente.

Los poderosos piensan que para mantenerse en la cúspide social y económica necesitan reducir la población mundial. Para ello favorecen la contracepción, el aborto como método anticonceptivo y la desaparición de la familia mediante el enfrentamiento entre hombres y mujeres o entre personas heterosexuales y homosexuales. Que los hijos sean vistos como una carga insoportable que nos limitan y alienan. Así podrán pagar salarios más bajos porque ya no habrá hijos a los que alimentar y criar. Durante muchos siglos, los hijos eran la mayor riqueza de los pobres. 

Los grandes movimientos migratorios permiten abaratar salarios y acabar con las identidades culturales de las naciones, que también les estorban para someter a la población. Un individuo sin familia, ni nación que le ampare y sin religión es muy vulnerable y manipulable para los poderosos. La personas no tendrán nada lo suficientemente importante por lo que vivir o morir, y lo harán como los poderosos le digan que lo tienen que hacer. La única religión será la climática, cuyos dogmas nos harán más pobres y dependientes de los poderosos, que estarán exentos del cumplimiento de muchos de los mandamientos de la nueva religión. Véase los cuatrocientos jets privados que acudieron a la última cumbre del clima.

Seremos menos, más pobres porque los poderosos piensan acabar con la propiedad privada de los demás y más tontos. Porque ahora están empeñados en que no aprendamos. Todo esta en internet, ¿para qué memorizar ni aprender nada? Un internet que además controlan sus conglomerados empresariales. Que la gente malgaste su vida y su tiempo en sus adicciones. A la tecnología, a las redes sociales, a la pornografía, a las drogas, al juego. Da igual, pero adictos nos quieren los nuevos señores. Que no seamos capaces de dominarnos a nosotros mismos ni de cambiar nada que ellos no quieran. 

Cuentan con todos los medios, con el apoyo de la izquierda y de otros que no son de izquierdas, pero que son tontos a base de querer ser modernos y no les señalen o simplemente que han conseguido el precio por el que estaban a la venta. Y aún así, creo que al final los poderosos perderán porque ya se les ha visto el plumero y algo empieza a cambiar en el mundo, aunque la victoria no va a ser fácil y muchos caeremos por el camino.

martes, 2 de noviembre de 2021

UN MUNDO FELIZ



¿Qué es la felicidad? ¿Podemos alcanzarla? La felicidad, ¿es una conquista individual o colectiva? ¿Es posible la felicidad en esta vida? ¿Qué hemos de hacer para conseguirla? La felicidad, ¿es un buen objetivo para la vida?

En 1932, el británico Aldous Huxley publicó su novela más famosa, "Un mundo feliz". Y "Brave New World" se llama la serie norteamericana estrenada en 2020 que se inspira en esta novela. En la serie y en el libro se nos presenta un mundo donde los seres humanos se crean en probetas. No existe la paternidad, ni la maternidad, ni los hermanos. No existe la familia, que se considera una aberración y fuente de sufrimiento: celos, infidelidades, maltrato, chantaje emocional, mentiras, manipulaciones. Nos presentan un mundo sin ningún tipo de afectos, sin amor. Los seres humanos se determinan genéticamente para pertenecer a una casta u otra. Y esa determinación se completa, durante la niñez, con la hipnopedia que viene a confirmar a cada casta en su función social. No existe el compromiso y la actividad sexual, que es totalmente libre, se favorece durante la niñez. Los problemas se solucionan con una droga llamada soma. Y con la soma no existe ni el dolor físico ni el moral. "Siete horas y media de suave trabajo que no agota, y posterior a la ración de soma la copulación sin límites, el sensocine y los juegos. ¿Pero qué más pueden pedir?"

Estamos hablando del transhumanismo, que parece que son los derroteros por los que puede evolucionar nuestra sociedad en los próximos años. En el siglo XVI, triunfó el humanismo de los que pensaron que había llegado el momento de que el hombre fuera el centro del mundo y del pensamiento, procurándose el progreso científico, tecnológico y creándose los derechos que protegían la vida y la dignidad de todos los seres humanos. Los católicos no  vieron del todo mal el paso del teocentrismo medieval al antropocentrismo . Al fin y al cabo, Dios Hijo había derramado hasta su última gota de sangre por la redención del ser humano. Y Dios Padre había creado al ser humano a su imagen y semejanza, dotándoles de la máxima importancia y dignidad. Sobre estas bases humanistas se construyó la sociedad que aún hoy día disfrutamos. El triunfo de estos valores ha permitido que se alcancen las máximas cotas de libertad, prosperidad, seguridad y respeto de los derechos humanos que jamás antes en la historia se habían alcanzado.

Pero hoy día, estos valores comienzan a verse como algo anticuado, y nos adentramos en el transhumanismo, que Huxley nos anticipó en su novela. Pero como dice la doctora Elena Postigo, de la Universidad Francisco de Vitoria, "¿quién te asegura que siendo perfecto física y genéticamente seas feliz? Pero hay una élite intelectual, económica y política que esta empeñada en potenciar las capacidades físicas y cognitivas de la naturaleza humana, para llevarla a otro nivel, para trascenderla y llegar a lo que ellos llaman el posthumano, dejando atrás a la especie humana para ir a otro tipo de especie. Y para ello, proponen el uso de nanoimplantes, genoterapia y sustancias o pastillas que determinen el carácter y comportamiento de las personas. El transhumanismo es partidario de la eugenesia, en los mismos términos que en los años 20 y 30 del siglo pasado. Quieren seleccionar embriones y fetos enfermos para que nazcan sólo los sanos. Se crearía una sociedad, que como en la novela, contaría con grandes diferencias sociales porque sólo podrían acceder a estas técnicas los que dispongan de más recursos. Los ricos y poderosos contarían con técnicas  y ciencia que aplicadas a si mismos les hicieran superiores a los demás. Ellos decidirán que vidas merecen ser vividas y cuales no. Y de los que vivan, como han de vivir según a ellos les convenga en cada momento.

Entre tú y yo, no deseo en ningún caso ser transhumano, porque la clave no radica en vivir más y mejor, sino en que sentido tiene la existencia humana. La felicidad humana no estriba en la perfección física, porque la naturaleza humana es mucho más, un enigma y un misterio insondable. No quiero ni pensar en dejar a mis hijos un mundo deshumanizado donde se impida la libertad de ser feliz o de no serlo.