miércoles, 25 de noviembre de 2020

COMO SER FELIZ EN EL TRABAJO (tercera parte)

 

Como te decía en “Cómo ser feliz en el trabajo, primera parte”, si sales feliz del trabajo, lo más probable es que llegues a casa con ganas de disfrutar de la familia y de los amigos, y al revés. Por lo tanto, o conseguimos ser felices en nuestros trabajos o no lo seremos en nuestra vida.

Henry Ford afirmaba que sólo hay una cosa peor que formar a un empleado y que se vaya. No formarlo y que se quede. Lo de una empresa para toda la vida ya no se lleva y esto ocurre tanto por el bien de las propias empresas como por el de los propios empleados. Sin duda la gestión del coronavirus nos va a acarrear cambios en nuestra forma de trabajar. Tenemos que estar preparados para cambiar de forma de trabajar e incluso para un despido sin que ello afecte a nuestra felicidad.

Hablando de despidos, me viene a la cabeza un famoso despido, el de Steve Jobs de Apple. Gracias a ese despido, Steve conoció a su mujer y pudo dedicarse durante un tiempo a desarrollar al máximo su idea de dibujos animados Pixar, que luego vendió a Walt Disney para más adelante volver a Apple como máximo ejecutivo. En la vida nunca sabemos lo que es mejor ni lo que es peor. Para Steve Jobs lo que en principio parecía una desgracia al final fue una oportunidad para mejorar. Por eso, debemos mantener nuestro positivismo y nuestra felicidad a la hora de afrontar lo que nos pase. En muchas ocasiones, cuando pierdes tu trabajo empiezas a ver cosas que antes te pasaban desapercibidas y que te pueden ayudar a salir adelante.

Con esto no quiero decir que todos los despidos vayan a ser positivos para todo el mundo. Por ello, necesitamos tener conocimientos y estar al día de nuestra profesión para que el despido no nos pille desprevenidos y tengamos oportunidades de trabajar en otro lugar o por nuestra cuenta. Nuestra empleabilidad mejora bastante si le añadimos unas gotitas de creatividad e innovación porque no sólo las empresas tienen que ser creativas e innovadoras, también nosotros.

Muchas veces nos pasamos la vida preocupados por cosas que nunca llegan a suceder. Todos los problemas tienen solución menos la muerte. Así que lo más inteligente es ir solucionando los problemas cuando vayan apareciendo. No obstante, casi siempre la preocupación llega mucho antes que el problema; de hecho, por lo general, el problema tarda mucho en llegar o no llega nunca y, sin embargo, nos hemos preocupado por él. Es lo que tiene el escabroso mundo de los pensamientos negativos.

Otro día dedicaré un artículo entero a hablarte de estos pensamientos negativos y que tan infelices nos hacen. Hoy sólo quiero darte algunos consejos de cómo afrontarlos. Una vez que los detectes, no los enjuicies y déjalos salir cuando antes. Sácalos de tu mente diciendo “fuera, fuera, fuera” las veces que haga falta. Lo que nos desgasta y hace sufrir es cuando enjuiciamos y suponemos. Hay ocasiones que no conseguimos eludir las preocupaciones que nos generan los pensamientos negativos, para ello una buena forma de quitárnosla o rebajar mucho su intensidad es compartirla con alguien, digamos que es como salir del armario. Cuéntaselo a alguien de tu confianza porque tan sólo por el hecho de contarlo, te sentirás mucho mejor, aliviado.

Una de las razones por la que el Titanic se hundió es que todos los compartimentos del barco estaban comunicados. Por eso, los problemas por partes. Para ello:

1)  Una vez tienes separado el problema, si en ese momento disponemos de toda la información para tomar una decisión, lo hacemos ya, no lo dejamos para más adelante. Retrasar la solución sólo nos acarreará ansiedad y estrés.

2)  Para actuar, debemos pensar sobre las causas del problema para luego buscar las posibles soluciones y, entre ellas, elegir la mejor.

     Me despido con un último consejo. Perdona rápido. Si tenemos algo que perdonar hagámoslo rápido. Para qué guardártelo dentro, alargar el enfado, darle vueltas constantemente con pensamientos negativos si podemos quitárnoslo de encima perdonando rápido. Perdonando rápido estamos alargando nuestra vida, pues como bien dice un estudio de Harvard, si no tenemos conflictos vamos a vivir más, y más felices.

jueves, 12 de noviembre de 2020

La soledad, una epidemia del siglo XXI

 

 

            Dicen que lo mejor es enemigo de lo bueno. Y lo mejor es que las personas mayores vivan  en su casa de toda la vida, rodeados de sus cosas, sus recuerdos, buenos o malos, y de sus vecinos de siempre.  Pero esto no es siempre posible, sobre todo si se pierde la autonomía. Resulta costosísimo atender a una persona dependiente en su entorno doméstico si se quiere hacer con los estándares de calidad adecuados. Se trata de un lujo que sólo los muy adinerados se pueden permitir.

La soledad, una epidemia del siglo XXIY luego esta además la realidad, que es la que es. En España, nos dice un estudio, de mayo de 2018, de la Fundación La Caixa, el 27% de las mujeres mayores de 65 años viven solas, frente a un 12’6% de hombres que lo hacen. Y este estudio además vaticina que ese porcentaje será el doble en 2031, rozando la cifra de dos millones de personas mayores que vivirán solas en ese año.

Por otro lado, el envejecimiento de la población y el distanciamiento vital de los hijos, que cada vez se tienen menos, esta haciendo aumentar vertiginosamente los hogares en los que sólo viven la pareja de personas mayores, y son ellos mismos los que ejercen de cuidadores el uno del otro. A partir de los 80 años son más los varones que cuidan de sus mujeres que al revés.

            Ya pasaron aquellos tiempos en los que los mayores, sobre todo si eran viudos, vivían en casa de sus hijos o sus hijos se quedaban a vivir en casa de sus padres con su familia, esto último sobre todo en las zonas rurales. El tipo de vivienda que impera, el ritmo de vida que nos hemos impuesto, las jornadas interminables de trabajo, aunque seguimos siendo un país de baja productividad, y sobre todo el nivel de autosuficiencia que nos corroe hace que unos no quieran ser ayudados y otros no deseen o puedan ayudar. Queridos amigos, no pasa nada por depender un poquito de los demás. Así comenzó nuestro camino por la vida, dependiendo totalmente de los demás para nuestras actividades vitales. Es parte de nuestro llegar a ser mayores, depender de los demás, y no pasa nada. Que cura de humildad y de realidad tan bonita y tan provechosa, por qué no, al final de nuestros días en la tierra.

            El porcentaje de personas que viven solas es alto pero de los que se sienten solos es aún mayor. La soledad es y va a ser una de nuestros grandes lacras del siglo XXI. Y la soledad es mala para la salud. La soledad deteriora el sistema inmunológico. Provoca una mayor incidencia de enfermedades como la ansiedad y la depresión y además una mayor vulnerabilidad social. Algo tenemos que hacer entre todos y las familias tienen que empezar a reflexionar y actuar sobre este tema. De nada vale nuestra prosperidad económica si ello no contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas y muy especialmente de los más cercanos. Si nos hacemos menos compasivos, nos hacemos menos humanos, y nos alejamos de los bello y de lo bueno de la vida.

            La socialización, el relacionarnos unos con otros, con nuestros iguales, resulta la mejor de la terapias preventivas y curativas, también en lo que respecta al deterioro cognitivo, tan de moda hoy en día por la enfermedad del Alzheimer. Y si tienes la suerte de encontrar un amigo o amiga especial ya es lo más de lo más en lo que a terapéutico se trata.

            Entornos amigables, en los que se fomente la autonomía personal y además se favorezca la socialización, es lo que ofrecen hoy día las residencias de mayores. Muy lejos de ese estereotipo de los viejos asilos. Aunque algunos medios de comunicación, sobre todo televisiones, se empeñen en mantener esa imagen negativa de estos centros, que tanto bueno hacen por las personas mayores y sus familias todos los días.

            Si eres mayor, tienes autonomía, peros estas sólo o te sientes sólo, contempla esa posibilidad de la residencia de mayores, explorala y pruébala aunque sea por un tiempo, y luego decides. Los problemas y contrariedades lo son o no lo son según como se afronten.

            Si eres cónyuge cuidador, ni lo dudes, no sigas gastándote, búscate una residencia para los dos y empieza a disfrutar de tu pareja enferma, que dejará de ser una carga para convertirse en un compañero de viaje por esta vida que tiene que ser maravillosa hasta el final.