Dicen que lo mejor es enemigo de
lo bueno. Y lo mejor es que las personas mayores vivan en su casa de toda la vida, rodeados de sus
cosas, sus recuerdos, buenos o malos, y de sus vecinos de siempre. Pero esto no es siempre posible, sobre todo si
se pierde la autonomía. Resulta costosísimo atender a una persona dependiente
en su entorno doméstico si se quiere hacer con los estándares de calidad
adecuados. Se trata de un lujo que sólo los muy adinerados se pueden permitir.
Por otro lado, el envejecimiento de
la población y el distanciamiento vital de los hijos, que cada vez se tienen
menos, esta haciendo aumentar vertiginosamente los hogares en los que sólo
viven la pareja de personas mayores, y son ellos mismos los que ejercen de
cuidadores el uno del otro. A partir de los 80 años son más los varones que
cuidan de sus mujeres que al revés.
Ya pasaron aquellos tiempos en los
que los mayores, sobre todo si eran viudos, vivían en casa de sus hijos o sus
hijos se quedaban a vivir en casa de sus padres con su familia, esto último
sobre todo en las zonas rurales. El tipo de vivienda que impera, el ritmo de
vida que nos hemos impuesto, las jornadas interminables de trabajo, aunque
seguimos siendo un país de baja productividad, y sobre todo el nivel de
autosuficiencia que nos corroe hace que unos no quieran ser ayudados y otros no
deseen o puedan ayudar. Queridos amigos, no pasa nada por depender un poquito
de los demás. Así comenzó nuestro camino por la vida, dependiendo totalmente de
los demás para nuestras actividades vitales. Es parte de nuestro llegar a ser
mayores, depender de los demás, y no pasa nada. Que cura de humildad y de
realidad tan bonita y tan provechosa, por qué no, al final de nuestros días en
la tierra.
El porcentaje de personas que
viven solas es alto pero de los que se sienten solos es aún mayor. La
soledad es y va a ser una de nuestros grandes lacras del siglo XXI. Y la
soledad es mala para la salud. La soledad deteriora el sistema inmunológico.
Provoca una mayor incidencia de enfermedades como la ansiedad y la depresión y
además una mayor vulnerabilidad social. Algo tenemos que hacer entre todos y
las familias tienen que empezar a reflexionar y actuar sobre este tema. De nada
vale nuestra prosperidad económica si ello no contribuye a mejorar la calidad
de vida de las personas y muy especialmente de los más cercanos. Si nos hacemos
menos compasivos, nos hacemos menos humanos, y nos alejamos de los bello y de
lo bueno de la vida.
La socialización, el relacionarnos
unos con otros, con nuestros iguales, resulta la mejor de la terapias
preventivas y curativas, también en lo que respecta al deterioro cognitivo, tan
de moda hoy en día por la enfermedad del Alzheimer. Y si tienes la suerte de
encontrar un amigo o amiga especial ya es lo más de lo más en lo que a
terapéutico se trata.
Entornos amigables, en los que se fomente
la autonomía personal y además se favorezca la socialización, es lo que ofrecen
hoy día las residencias de mayores. Muy lejos de ese estereotipo de los viejos
asilos. Aunque algunos medios de comunicación, sobre todo televisiones, se
empeñen en mantener esa imagen negativa de estos centros, que tanto bueno hacen
por las personas mayores y sus familias todos los días.
Si eres mayor, tienes autonomía,
peros estas sólo o te sientes sólo, contempla esa posibilidad de la residencia
de mayores, explorala y pruébala aunque sea por un tiempo, y luego decides. Los
problemas y contrariedades lo son o no lo son según como se afronten.
Si eres cónyuge cuidador, ni lo
dudes, no sigas gastándote, búscate una residencia para los dos y empieza a
disfrutar de tu pareja enferma, que dejará de ser una carga para convertirse en
un compañero de viaje por esta vida que tiene que ser maravillosa hasta el
final.
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